domingo, diciembre 04, 2005

La modernidad y lo moderno en Baudelaire




La Modernidad y lo moderno en Baudelaire




Si pensamos en la palabra “modernidad”, más allá de señalarla como un cliché intelectual, inmediatamente seremos sorprendidos por una avalancha de imágenes grises pobladas por grandes humaredas y por la visión de una sociedad en pleno descubrimiento de la aceleración. Revoluciones políticas y técnicas, migraciones pueblo-ciudad, el nacimiento de la clase obrera, el surgimiento de filosofías totalitarias y del capitalismo, la contingencia a mano de los medios de comunicación masivos, la publicidad y la moda. El mundo se convierte en una gran explanada de contradicciones donde unas ideas subsumen a otras, donde una revolución suple a otra, donde la producción en masa reemplaza lo único y todo cobra el sentido de la rentabilidad.

Quiebres históricos como la Reforma Protestante, la teoría cosmogónica de Galileo, el Descubrimiento de América, la filosofía de Descartes y la Ilustración (sólo por nombrar algunos) abrieron la posibilidad a un mundo que se encontraba frenado por la fe y una forma de pensamiento que no se acomodaba a los cambios sociales. Con la reactivación desde el siglo XV de las rutas marinas se fortalecieron las grandes ciudades comerciales del Mediterráneo y el Atlántico; el intercambio comercial con otras civilizaciones y el descubrimiento de América provocó en Europa una constante capitalización del mundo. La ciudades se reformaron y nuevos sistemas de gobierno fueron necesarios. El liberalismo económico y político, el progresivo desligamiento de su centro judeo-cristiano, la apertura de los márgenes del universo y del planeta ponían al hombre en una posición de conquista, de transformación completa de sí mismo y del cosmos a través de la Razón.

Ya para el siglo XIX se vivía entre tres sentimientos bien encontrados. Por un lado la burguesía y las ciencias veían en este mundo un sentido de progreso hacia nuevas formas del hombre, un sentimiento de victoria del espíritu humano; por otro lado las condiciones de la vida del hombre de este tiempo, del obrero, que no poseía ni derechos en las nacientes industrias, la contaminación y las enfermedades llamaban al hombre común a levantarse contra los poderes burgueses y de la aristocracia y para provocar una verdadera revolución popular; y por último (si es que debemos clasificar tan escuetamente el gran aliento que moviliza la historia) estaba la posición que sentía profundamente la separación del hombre con lo divino, la misma deprecación de la vida urbana y los ineficientes pasos realizados por las guerras civiles, sumándose un abismante escepticismo por el poder de la razón y del progreso.

Siendo de la clase burguesa, detestando a la chusma, pero compadeciéndose de ella, y personificando el vacío de trascendencia que dejaban estos cambios acelerados, Charles Baudelaire fue uno de los primeros artistas en teorizar y llevar el espíritu de la época a la poesía y a la crítica estética. Baudelaire tomó las nuevas formas, las reforzó desde su tradición e hizo de la experiencia artística la vivencia de lo contingente, de lo cambiante y novedoso que ofrecía ese mundo que veía como decadente e infernal.

Su cercanía a lo más oscuro de la época lo sumió en una divergencia que se mantuvo a lo largo de su vida: lo satánico (los placeres que ofrecía la gran ciudad; la desmesura) y lo divino (la salvación y la redención del pecado; el límite impuesto de la moral cristiana). El Paris de su época estaba enfrentado a los cambios radicales de la época. La modernización emprendida por el Barón Haussman encargados por Napoleón III, ponían en marcha una serie de necesidades urgentes de la ciudad; la ampliación de los conductos sanitarios, la construcción de edificios en sincronía con la moda de los tiempos, la edificación de ministerios y otras plazas públicas, y la renovación de parques y calles. Todo esto movió a las grandes familias a emigrar hacia los centros donde el glamour y los beneficios de la industrialización se hacían inmediatos; por otro lado la ciudad Luz vio poblada sus calles de indigentes y expulsados de las propiedades que alguna vez habitaron. El poeta –ya inservible para las inexistentes cortes y para actual utilidad de todo- se vio abandonado en esta mar inmensa y sin orillas, comulgando con vagabundos, músicos ambulantes, gitanos y prostitutas.

Baudelaire vio en todo esto un heroísmo. El mundo moderno tenía su propia épica, sus personajes semidivinos repartidos en todos los extremos de la ciudad. La experiencia de lo nuevo era la batalla de lo cotidiano. El sentimiento del spleen (o hastío) de una civilización que podía tener y producir todo, ante un cansancio por proponer nuevos retos metafísicos, fue el ánimo aplastante que supo nombrar para nuestro tiempo el gran poeta francés . Tal como fue para el siglo XVII y XVIII la vuelta a lo clásico el centro del arte y el pensamiento, para el siglo XIX Baudelaire proponía la encarnación de este temple maldito y creación de un arte a partir de la epopeya de la modernidad:

Sin duda es excelente estudiar a los antiguos maestros para aprender a pintar, pero no puede ser más que un ejercicio superfluo si su finalidad es comprender el carácter de la belleza presente. Los ropajes de Rubens o Veronés no les enseñarán a hacer el muaré antiguo, el satén a la reina, o cualquier otro tejido de nuestras fábricas.

El dandy, aquel aristócrata del espíritu, ese ser que vivía la fugacidad y la eternidad completa desplazada en su tiempo, fue el personaje esencial que mitificó Baudelaire como el verdadero sujeto moderno; el ser espiritual, estoico, sensible a la bellas artes y a la vez frío y calculador: “El hombre rico, ocioso, y que, incluso hastiado, no tiene otra ocupación que correr tras la pista de la felicidad” . Baudelaire convierte al dandy en su arma contra su propia clase, contra la rutinaria vida burguesa y contra el abatimiento de su época. El dandy enfrentaba lo nuevo como un riego, como una experiencia vital.

Así también los espacios que compartían las altas jerarquías políticas y económicas fueron centralizándose y abriéndose a una realidad que no era el ideal pasaje pastoril. La ópera por un lado se convirtió en un recinto donde los iguales y mejores intercambiaban miradas y juicios sobre la sociedad circundante y sobre las nuevas ideas; un recinto semejante a los salones, pero donde ya en su totalidad la burguesía experimentaba la experiencia de su afianzamiento. Por otro lado el café sometió al respetable ante la visión de un mundo lleno de contrastes; la apertura al espacio urbano que significó el café abrió a una realidad evidente e inquietante. Así también ante la nueva vitalidad del mundo urbano, otra temática del heroísmo de la época fue la del amor a última vista; la experiencia del shok como nos dice Walter Benjamín ya era traumante en la aparición de los productos y modas (la presencia del eterno retorno de lo mismo) como una constante novedad, como también lo era con la progresiva aceleración de la información por los nuevos medios de comunicación (el periódico y la aparición de la fotografía); pero en la explanada citadina el ciudadano común y corriente se veía afectado por una sensación mucho más evidente, que es la de la multiplicación y crecimiento demográfico; el encuentro con la masa rompió con la anterior habitualidad de los pequeños pueblos o de las ciudades en formación, ahora el ciudadano pasaba a ser anónimo, y el amor efímero, a última vista; así nos dice Baudelaire en el poema “A una Paseante”:

Un relámpago…¡después la noche! –Fugitiva belleza
De la cual la mirada me ha hecho súbitamente renacer,
¿No te veré más que en la eternidad?

¡En otra parte, bien lejos de aquí! ¡Demasiado tarde! ¡Jamás quizá!
Pues ignoro dónde huiste, tú no sabes dónde voy,
¡oh, a quién habría amado, oh, tú que lo sabías!


La metrópolis no sólo se puebla de viudos, sino también de espacios para la diversión y el placer, para sopesar el spleen. El juego y la bohemia institucionalizada fue el lugar preferido para evadir las tempestades del hastío, como así también la prostitución fue la entrada a las nuevas sensaciones con lo que el dinero podía pagar. Las enfermedades como sabemos comenzaron a abundar, el mismo Baudelaire murió de sífilis, y detrás de toda la fantasía de una ciudad se ocultaba la careta de la muerte.

En esta contradicción el artista moderno debía por principio arremeter con su tiempo, potenciarlo en la obra desde los caracteres básicos del industrialismo a la yuxtaposición de seres, situaciones y de la multiplicación de productos que esta ofrecía. El arte debía ser alegoría, es decir, debía fundir los estados del ánimo con los del paisaje, y todo debía vibrar en una gran de correspondencias con la idea eterna de belleza; ante lo nuevo se contraponía el arquetipo histórico, ante los cambios de la ciudad la encarnación de esa vivencia. Dentro del poeta corrían carros fúnebres, la oscuridad de los cielos era la lápida que pesaba sobre el corazón. En este heroísmo de la modernidad, lo propiamente moderno significaba la identificación de “lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable” nos dice Baudelaire. En esta posibilidad de “extraer lo eterno en lo transitorio”, de extraer la esencia de lo humano ante la ciudad y su masa anónima, los pintores franceses cautelosamente fueron tomando en cuenta las críticas de este gran hombre; si ya Eugéne Delacroix era el amo del símbolo y lo alegórico, Courbet y Monet visulizaron a partir de Baudelaire la intensidad de lo urbano, del nuevo mundo que se cernía sobre ellos.

sábado, diciembre 03, 2005





Arte de una ausencia
Una lectura a “Forma de la ausencia” de Yanis Ritsos



“(…) Es evidente
que el arte de perder no es demasiado difícil de dominar
aunque pueda parecer como (¡Escríbelo!), como un desastre.”

Un arte, de Elizabeth Bishop.


Perder es en sí encontrar el sentido de la vida. Perder nos duele, es un riesgo que nos ofrece el destino y, por lo tanto, es una prueba de vitalidad. La ausencia es la manifestación patente de eso que ha dejado de ser pero que intacto pervive en la memoria. La existencia de las cosas, de los nombres, de los aromas se impregnan en nuestra alma para sopesar el paso del tiempo, para desenmascarar su mortalidad en algo aún más finito e incompleto. Somos una tierra poblada con hitos y monumentos de una despedida. Somos la forma de una ausencia.
Hablar de lo que se ha hecho arena, de lo que nos ha abandonado en la época de la reproductividad técnica, en sociedades en donde cada objeto es capitalizado y reemplazado por su igual, parece ser la mención de una herejía por tanto postergada. El apego a lo único, a lo que se cristalizó como nuestro, en la multiplicidad arrolladora de entes, es la demostración de un apego al pasado, a lo que una vez eso o esa persona significó para nosotros, no es un desatado presente, sino su letargo insondable. La escritura acerca de lo inexistente, de lo ido, es la experiencia del renacer de lo perdido, es tallar una estela, esculpir en el tiempo.
El poeta Yanis Ritsos nos presenta en su obra “Forma de la ausencia” una potente declaración de presencia. Hijo de una Grecia acostumbrada por los siglos al destierro o al sometimiento, el poeta sitúa el tema de la ausencia en el marco de lo cotidiano, dentro de los hogares, donde la falta desborda y ahoga el alma. Al igual que los “Sonetos a Orfeo” de Rainer Maria Rilke, este ciclo de poemas está motivado por la muerte de una niña cercana al autor; ella es el barquito de papel que provee de un acercamiento ontológico al intersticio mismo de la partida de ese alguien, que determina de una manera nostálgica el anhelo mismo por la vida y la culpabilidad de mantenerse en ella.
Es un recorrido a las plazas, cuartos, comedores y patios que esos niños muertos habitaron una vez, siendo el lector testigo –quizás asomado desde una ventana- del sentimiento que se hunde en los padres tras el recuerdo de la inevitable desaparición. Un dolor íntimo y material que persiguió al poeta desde su obra anterior “La urna” (1957-58) y que con gran don logra captar con el máximo de sentido la experiencia del vacío siempre presente.

viernes, diciembre 02, 2005

Algunas tomas de Tridente



Y ahora las sombras están borrachas,
Están borrachas con leche cortada
Con aguardiente de murtillas negras.
Y se comen a los niños recién nacidos,
Porque ahora los niños nacen sin sombra.
Mutan y mutan sobre el oro viejo de las baldosas
Y nace sin sombra. Por esto las sombras les beben la sangre,
Haciéndoles una incisión en sus tiernos cuellos
Con sus afiladas uñas negras.
Así son las noches en el Hades Boite cuando entierran la ardina.
Cuando a la luna llena se le cae
Un poco de polvo de su calva de plata sobre la tierra.



WANTED EDIPO

Sin duda es un mal tipo, un hijo de perra.
Se arrancó los ojos después de que supo
Que su amante era su madre.
Antes le había disparado al viejo que lo engendró
Con una escopeta recortada,
Porque se interpuso entre él y el estante del whisky.
Sobornó a la policía del lugar y reinó abusando del terror.
Pero no mal que dure cien mitos.
Los de su propia tribu lo expulsaron de la aldea.
Sin duda es un mal tipo con muchas carreteras en su haber.
Anda acompañado de sus dos hijas,
Unas lazarillas andrajosas y putangonas,
Que aún conservan el último aliento de la adolescencia y
Que se prostituyen para darle de beber.
Cuando llega a alguna ciudad pregunta
Siempre, como quien averigua si hay un buen lugar
Donde tomar cerveza o un cine donde exhiban películas porno,
Pregunta siempre que llega a algún sitio,
Tanteando el aire, diríase que con miedo a algo no preciso:
¿hay una esfinge por aquí?




CARTA DE EDIPO A AURELIA ENCONTRADA EN LA CABEZA DE UN MISIL,
EN TEBAS, LA ANTICIUDAD


A ti, Aurelia, que te retiraste a tiempo del oficio

¿Recuerdas cuando nos juntábamos a la salida del Metro
Para conspirar contra la tiranía de Tebas, tú y yo?; pero
Eso era antes de la llegada de los peces
Luminosos que rinden culto a un Monje demente;
Ahora nadie se atreve a juntarse a conspirar a la salida del Metro.
Solo mendigos y leprosos
Deambulan al garete bajo las aguas pesadas
Que lamen las márgenes del río;
Abril es abril y el Ganges, el Ganges,
En un mes inmóvil,
Y en los fúnebres urinarios unos cadáveres se reabsorben,
Se succionan la grasa impúdicos
En esos fétidos meaderos públicos,
Pululantes de putas explosivas,
De intocables, y los peces luminosos del Monje, los peores.
Toda la ciudad ahora es tubia e inhóspita,
Tal como debió ser París
En tiempos de Fantomas y Baudelaire,
Pero sin el cisne agónico en el légamo junto al Louvre:
Ebriedad religiosa de las grandes ciudades…
Pero ahora ya nada es ebrio ni religioso,
Ni el cisne harapiento ni los 7 aqualangs
Siguiéndote turbios por las simbolistas veredas baudelerianas;
Sólo un río legamoso y putas algorítmicas,
Descarnadas, holográficas; pero letales.
Nosotros seguimos viajando, mercenarios incógnitos entre tanta Nada,
Asesinos sin sueldo, por Colono y sus fronteras.
Cierto, hemos perdido a algunos.
Tal vez muchos.
Aparentes suicidios.
Dudosos accidentes aéreos.
Sobredosis subliminales de Dios.
Estigmas en la corteza cerebral.
Ahora estoy más solo que nunca, con es soledad inmensa del destierro,
Sólo tengo a mis dos hijas por ojos, por videncia desamparada,
Sueño con mis años de tirano justo,
Pero ya ni los enigmas ni el amour fou son para mí,
Sólo me queda el atroz y bajo consuelo del dipsómano
Y el saloon transparente de las demenciales imágenes.

En colono, la blanca, mirando el horizonte y la frontera de Atenas, USA.




CARTA DE EDIPO A AURELIA HALLADA EN LAS INMEDIACIONES DE LAS RUINAS DEL MANICOMNIO “OPEN DOORS”,
TEBAS, ILLINOIS


A Lila Calderón

¿Cuándo nos va a salir una puta santa para exhibirla en los balcones
Del Palacio de Bellas Artes bajo la lluvia de abril?
¿O un santo que sepa del oficio de las bellas letras?
¿Un Cioran? ¿Un Dios del subsuelo?
¿Quién podría escribir el diálogo de los santos
Con los androides que sueñan con ovejas eléctricas?
¿Un Shakespeare aquejado de oligofrenia en El Peral?
¿Un Dostoievski exiliado en el Hogar de Cristo?
Ejemplares como esos no los dará,
Esta enmohecida tierra,
Ni en siglos, la selección pringosa de las especies,
Ni Darwin ni el Azar barajando los ya ajados naipes del no-Tiempo.
¿Y el monje de los peces esquizofrénicos y alucinados?
Dicen que tienen un lema: “los peces no pueden usar armas”.
Lo tomó de un libro que todos leen y nadie entiende: Valis
De Phillip K. Dick, otro profeta subliminal del siglo XX.
Eso es peligroso. Muy.
No sé por qué esta tarde de aguas pesadas
Me dio por recordarte,
Cuando tú y yo nos juntábamos en la estación del Metro,
En la línea 666, Terminal Cementerio General,
Acechando posibles víctimas impúberes,
Como era antes, cuando tú recién estabas
Aprendiendo el oficio de la carne y yo escribía
Mis primeros sonetos al Demonio.
Tomados de la mano, sin miedo a los mutantes,
A los peces luminosos del Monje,
A los zombies antropófagos.
¿Vamos a ver Blade Runner por décima vez?,
Me proponías a la salida del Metro sin importar
Que yo fuera un androide clandestino
Y lloviera sin pausa sobre el Ganghes y sus pútridos intocables,
Antes de que nos hiciéramos sombras, barro negro,
Fumarolas como humo en tus ojos de puta explosiva,
Como en esa canción de los apócrifos ’60.
Pero tal vez regresen los ’60 y nos volvamos
A juntar en un recodo del Tiempo Varado, a soñar utopías vanas,
Deshojando margaritas radioactivas,
O solo para entrever al unicornio blanco
Galopando entre la niebla húmeda en la húmeda sala
Del derruido cinematógrafo de nuestra memoria.

Tuyo, Edipo, Colono, abril de 6294

lunes, noviembre 14, 2005

Tridente

El mito vuelve a la contra
Una lectura a “Tridente” de Tomás Harris




“¡Te necesitamos, Edipo, amor mío!
¡Sálvanos al menos de esta turbia transparencia!”



Tomás Harris nos presenta uno de los libros más interesantes de los últimos años, una poesía que no gana sino por su total fracaso. Una serie de arquetipos literarios son puestos en escena en contrapunto con las mil y una citas de la cultura pop, el cine, la pintura y el paisaje urbano en una época que irónicamente pretende ser futurista, y que no es más que el reflejo de una radiactiva contemporaneidad.
La poética de Harris pierde el control de sus citas invitando más al desarrollo de una prosa en verso, de una épica forzada a la cadencia del verso libre, y que como la “Araucana” busca a través de ese mismo límite relatar el descubrimiento de un mundo nuevo, de una selva cada vez más amenazante. En este mar sin orillas se entrecruzan como una serie de hipervínculos personajes como Edipo de Sófocles, Aurelia de Gerard de Nerval, los paisajes parisienses de Charles Baudelaire, las películas de David Lynch, la ciencia-ficción de Phillip Dick, la caída de las utopías y la presencia de un imperio invisible que reina a través de la angustia y el terror sobre el mundo. Su fracaso está en su total desarmonía, en su total incapacidad poética, en la construcción de un gran guión que triunfa desde fuera del texto.
En este paisaje de Blade Runner, Edipo, símbolo del poeta, es el ciego expulsado de la polis que cumple con su destino de asesino del padre, Rey y fundamento del espíritu cívico, y conductor del suicidio de su propia madre, la que le ha dado las dos hijas que lo acompañan en su destierro. Historia del arte contemporáneo, de una videncia que ante la crisis de la gran Esfinge (el pensamiento de la duda metódica, de la Razón) alcanza en versos de Jean Paul a mencionar el definitivo “¡Dios ha muerto!”, el consecuente parricidio, la apertura del abismo, los gritos de la Santa. La traición de la vida misma en este terrible desengaño lleva a la autoeliminación, la expulsión, el eterno errar con las hijas prostitutas, que como las palabras en este tiempo de miseria, se acuestan con cualquiera en la impersonalidad del discurso del convencimiento, tan practicado por los medios de comunicación, la política de masas y la publicidad.
La conexión con Nerval por tanto no es gratuita; la búsqueda –quizás menos tormentosa- de Harris es la misma que la del príncipe de Aquitania, que la de ese atormentado poeta francés del siglo XIX en su odisea metafísica. Esta exploración al fondo de la noche es la escritura del nombre definitivo: Aurelia. Ella, como la poesía, escapa al decir del poeta; “Tridente” es por tanto la total desesperanza del poeta, la relación epistolar de este con la Beatricce de un mundo agobiado: cartas antes de la muerte. Vaticinio de un mito que se sabe postergado, que no soporta tanto absurdo, tanta lucha perdida contra la corte de Tebas, y que clama por un nuevo Shakespeare, un Cioran o un Dostoiveisky que restablezca el dialogo entre el aedo –el ciudadano del recuerdo- y los androides hombres-hormiga que empantanan el río de la voluntad.
Este amor pasional de distancias resiste a un mundo donde “nada es ebrio ni religioso”, donde los enemigos son las “sectas literarias” o las religiones ciegas, primitivas, que no dan respuesta a tanto abismo, a tanta anti-ética, a tanta antropofagia. El amor aquí como en Baudelaire y como la teorización hecha de este por Walter Benjamín se tranza en miradas, en últimas vistas, en una urbe habitada por viudos donde los poetas se echan a morir (Omar Cáceres QEPD).
La maquinaria del antideseo es la que gobierna este Todo del cual nadie escapa. Las relaciones humanas desaparecen en el horizonte sórdido de concreto, y en el cual el mandamiento obligatorio es “vigilar por vigilar”. Los individuos se convierten en despojados cuadros de Hopper, donde no hay casa de buena piedra y donde cada uno se conforma con un espejo convexo o un holograma para sobrepasar tanta soledad. Al contrario de Píndaro aquí se canta lo repugnante por la misma repugnancia que ofrece el mundo. Sin embargo, ante tal desolación queda la desatada intimidad, un diálogo de cuerpos, el encuentro con otro.
En indefinidas cuentas “Tridente” es una sonda al Santiago y al Planeta Tierra de este siglo XXI, un poema a la vez lanzado hacia el futuro y hacia la misma boca del poeta. Metepoética desarrollada en un tiempo de anarcas como en Eusmewil de Ernst Jünger, pero confecionalista, lírica y dolida como una Safo, un Lihn o un Berryman. Contra-épica para una época sin héroes ni anti-héroes, para seres humanos cansados de luchar, de decir o silbar en el bosque de esta Noche.

lunes, octubre 10, 2005

Borges: Los ríos secretos e inmemoriales

Para Borges el universo es un gran libro verde de eternidad, un espacio que nunca se terminará de reescribir, en donde el anonimato es un efecto de su perpetuidad. En este texto los escribidores son donantes de tiempo, cuya misión según la poética borgiana, es la de revelar la realidad como el mismo espejo. En este entrecruzarse de escrituras participan todas las épocas en un mismo tiempo escritural; la biblioteca y el laberinto como figuraciones de este entretejido infinito, dan cuenta de esa experiencia incesante, de manos inagotables, de ese “algo o alguien que escribe esta infinita algarabía que es la historia del mundo”.
En su voz confluyen la espada de Beowulf, Buenos Aires, Ulises, Francisco Laprida, Ugolino, Alonso Quijano y el general Quiroga. Las temáticas se abren a medida que se abren los anaqueles o el recuerdo que avisa en su ceguera. Ningún personaje es menor que otro, todos forman parte de esta inmensa red de muros interminables, que fue tan bien graficada en su cuento “La Biblioteca de Babel” de Ficciones.
La despersonalización le permite a Borges ampliar el canon y depurar la expresión, entrar en la máscara y en la historia del gran libro; pero en cada uno de sus personajes notamos elementos comunes, ya sea el canto por una gloria perdida, el recordatorio de los “días que fueron de otros, los ajenos y antiguos”, la ceguera y la lectura de lo real a través la duplicidad entre lo perceptible y su reflejo, el sueño, la muerte y la noche. Así conviven estos en un río en el que vuelven a correr las mismas aguas, como en el poema “La Noche Cíclica”, en donde la poesía se convierte en esa acción de asir lo cambiante otorgándole una forma, una línea, un comentario a pie de página.
El registro de Borges es la patria del Libro. La Biblioteca, el espacio del recuerdo y del titubeo al que lo tiene relegado su ceguera; en esta cumple la misión de Guardián, de uno más que realiza la imposible tarea de catalogar y rearmar el universo. Aquí no importa quién es, si es un yo plural o sólo una sombra, pues el arte del protector de las escrituras es similar al del escritor, fundidor de lo sempiterno; como nos dice en el “Otro poema de los dones”:

…Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás al último verso
Y varía según los hombres,…


Así este confidente del cosmos, minotauro del laberinto del lenguaje, es uno y todos, es la gran paráfrasis, polvo de estrellas que es Withman o Snorri Sturluson, Dante o Stevenson. Borges es un olvido de un verso de Verlaine, pero que es otro y el mismo, el diálogo interminable, el íntimo cuchillo en la garganta.

viernes, septiembre 16, 2005

Alfred Stieglitz (1864-1946)

Hace apenas días encontré en la biblioteca de la universidad un libro con fotografías de este pionero alemán. Fue uno de los primeros en realizar juegos de luces, rompiendo la barrera técnica de la época. Creó revistas, grupos de trabajo, galerías, y logró que la fotografía fuera considerada más que una rareza científica, un medio de expresión artístico.
Dejo con ustedes algunos de los trabajos que consideré más notables.






lunes, agosto 29, 2005

La Iliada de Homero: El tiempo de dioses y mortales

*A partir del Canto V de la Iliada
El tiempo de dioses y mortales

La paradoja de leer cómodamente en nuestros asientos la Iliada no puede sino producirnos un sentimiento de lejanía, de lo extranjero y hasta de lo exiliar. Entrar en su laberinto de héroes y dioses que se debaten en la más crucial de las batallas, en un mundo ya ido en las arenas del tiempo puede cobijar la más trágica de las nostalgias.
Como los viejos y tan nuevos poetas caeríamos en la siempre novedosa pregunta “¿dónde están?”. ¿Qué fue de esos tiempos en que los hombres desataban con bravura un combate mano a mano, viéndose las caras, condescendiendo con una trascendencia espiritual y temporal que los alentaba a dar la vida por un orden que consideraban digno de defensa?
Creo que todo ser medianamente sensible –creo, pues hoy no se puede dar nada por sentado- remite en algún punto de su vida hacia un pasado ya ido y que pudo ser mejor; un pasado rico en tradiciones y ritos que ya nuestros padres desconocían y de la que sólo quedan un puñado de impurezas. Detrás de todo gran hombre hay un gran abuelo, detrás de todo gran escritor hay siempre un montón de viejos contemporáneos.
Todo dice que Homero fue al igual que Dante y Pound un gran escucha de tiempos remotos y fieras leyendas que se resistían al olvido. Así también los héroes de la Iliada son protegidos por los eternos dioses, como también revestidos por un nombre y un origen. Este armazón existencial los arrojaba al riesgo de proteger un ideal y un linaje, un orden que se jugaba su continuidad en el dominio de la espada y la creación de una fama para el héroe y su comunidad.
En los Cantos V y VI –tal vez los más crudos de la historia de la literatura- encontramos esta profundidad que sopesa en el ser de cada uno de los guerreros que protegen o se aprestan a sitiar la ciudad de Troya. A su vez los dioses intervienen por sus protegidos, ya salvándolos de la oscura muerte, ya alentándolos o beneficiándolos contra sus contendores.
Primeramente, esa sangre que defiende el héroe, escudo y rostro de una tradición, es advertida tras la aparición de cada uno, aparición que difiere entre una acción directa y continua en la narración, o en el único momento de recibir la herida y partir al Hades. Según sea su participación en los hechos se hace memoria de sus actos en esta tierra y de la familia de la cual proviene.

A su vez les dio Eneas la muerte a dos dánaos valientes,
a los hijos de Diocles, Cetrón y al intrépido Orsíloco,
cuyo padre vivía en la villa amurallada de Feres
con muy grandes riquezas, el cual a su vez descendía
del Alfeo, ancho río que riega la tierra de Pilos.


Esta cita perteneciente al Canto V ejemplifica con toda claridad de lo que queremos dar cuenta. Al mismo tiempo, sin desordenar suficientemente nuestra biblioteca, podemos encontrar una correlación en el dato biográfico con otros dos libros clásicos de nuestra civilización; me refiero a la Biblia y al Libro de Gilgamesh en donde el árbol genealógico y el lugar de origen de un individuo particular tienen similar importancia que en el mundo griego. Ese linaje que bien puede descender de los dioses o de los grandes hombres es un punto de sincretismo de toda la antigüedad clásica y un extraño corte con respecto a nuestra consideración de la individualidad. Hoy no vemos en los periódicos que al ser nombrado el Presidente de la Corte Suprema o el jugador estrella de tenis se relate a continuación sus logros y el prestigio de su familia. Lo cierto es que la desaparición de la aristocracia a favor de una plutocracia tecnócrata, el avance técnico en el campo de batalla en desmedro del sentido de heroísmo, y lo escueto del lenguaje publicitario y de los medios de comunicación para ser del todo comprensibles, nos dejan a una distancia de millones de valores y motivos por siglo de esa época.
Pero dentro de los griegos –y a diferencia de los otros pueblos- existía una palabra que perfectamente daba cuenta de este valor en el campo de batalla y en la vida común. Esta palabra es Areté, que significaba la excelencia en el obrar y que se traducía en la entrega en vida por un ideal, que dignificaba por completo la existencia humana. La conciencia de finitud del griego y su creencia en el Hades, aquel lugar oscuro, de sombras, donde todos eran iguales, sin jerarquías como en la vida, proveía al individuo de un imperativo a hacer de su paso por la existencia una instancia glorificadora y digna del recuerdo cantado por los poetas.
Es así como estos héroes, Aquiles, Odiseo, Héctor, Diógenes, Eneas, Agamenón y Menelao no son olvidados por Homero, que no es más que la voz de las centurias y la memoria de un pueblo. Y así también todo hombre que entregó su vida heroicamente en este encuentro de dioses y hombres en disputa por la belleza, sale del triste anonimato de la guerra y encarna en su caída a los sin tierra, mudos testigos del ocaso de una Era.
Los divinos no temen ser heridos en el campo de batalla o que los hombres los insulten con su atrevimiento. Afrodita pues se lanza en defensa de su hijo Eneas herido por la piedra lanzada por Diómedes. Herida también ella sube al Olimpo para ser reprendida por Zeuz, pidiéndole este consagrarse a las dulces tareas del lecho. El atentar contra la divinidad, el traspasar el límite es también propio de los helénicos y su mayor metaforización es el teatro, donde a través de la catarsis se daba esa vía de entrada a los designios divinos, pasa así al mismo tiempo devolverlos intactos a sus cómodos sillones.
Al finalizar el Canto V se produce una escena que podría cautivar a cualquier hombre moderno, y más aún a cualquier filósofo del siglo XIX. Tras herir a Cipris, luchando como un dios, Diómedes se enfrenta al dios Ares que cae vencido, lanzando un grito semejante al de diez mil hombres. Encarando al orgulloso Zeus lo culpa de los horrorosos tormentos que los dioses deben soportar a fin de agradar a los hombres. El gran Zeus lo acusa de inconstante, de odioso, pues siempre amó la guerra y ahora queja por ella. Mas, sólo cumpliendo como padre lo cura; pero la carne sigue abierta, ha desatado una guerra más grande que todas sus posibilidades; los dioses vuelven al Olimpo y al entonar el poeta el Canto VI en la tierra se ha desatado la más sangrienta y descontrolada batalla, solos, en un terreno baldío, se enfrentan los mortales a las orilla del río Simois y del Janto.

sábado, agosto 27, 2005

Paul Celan "un poeta y su tiempo"

Paul Celan
(Czernowitz, 1920; Paris, 1970)

* Este texto nace a partir de la conferencia "Heidegger y Celan" de Bruno Cuneo.

La voz de Paul Celan es indisociable de su quiebre y del llanto. La fuerza de su lenguaje da cuenta del grito de una época, de una Europa arrasada tras la Segunda Guerra Mundial, conflicto que dio cuenta de lo ilimitado de la irracionalidad humana. Irracionalidad a la que nadie queda indemne y que se esconde hoy tras la pantalla de la publicidad y el materialismo.
En esta época de indigencia, de voces vacías, Celan plantea una poética desde el quiebre de la palabra. Tras las catástrofes del último siglo el poema tiende a enmudecer desde su insuficiencia por nombrar el dolor. Es por esto que llega a la contra-palabra o el noema, vaciado de metáfora y llevado hacia lo absurdo, lo esencialmente discordante.
El poema es por tanto duelo de un tiempo oscuro, que como dice Heidegger no ha dado respuesta trascendente a los problemas del dolor, el amor y la muerte (1). Y también cumple con el fechar, con el dar cuenta de una realidad social que tiene por esencia la contradicción como forma de soporte (pienso en el funcionamiento de las democracias capitalistas y los totalitarismos del proletariado). Esto lo veremos también en autores como Samuel Beckett, Francis Bacon y el primer Eliot (por nombrar algunos). Es arte ante todo sincero, verdadero, de un lenguaje que no canta y que parte –como nos dice el propio Celan- de “un silencio rodeado y formado por el silencio de la lengua”. Un lenguaje desde la frontera.
Theodor Adorno dijo “Ninguna poesía después de Auschwitz”, y esto no significa que no se escriba más, sino que es un llamado a la poesía a dar cuenta de los límites rotos por nuestra época, por ser una poesía otra que encare la necesidad de un nuevo decir desde el abismo. Esto porque el pensar y el poetizar no pueden quedar indemnes ante el uso que se ha dado a la palabra y lo que con ella se ha fundamentado. Como dirá George Steiner nada nos puede decir que el humanismo humanice (como el ideal ilustrado): “No lo sabemos; e indudablemente hay algo terrible en dudar si el estudio y el placer que se encuentran en Shakespeare hacen a un hombre menos capaz de organizar un campo de concentración”(2).
Como todo gran poeta, Celan supera completamente la comprensión de su época, pero no está de más decir que es uno de los pocos que ha encarado la misión otorgada por la filosofía y las demás ciencias sociales a la poesía y su relación con la degradación del lenguaje en nuestro tiempo, donde el calcular y el avance técnico son esenciales en desmedro de lo verbal.

(1) No quisiera abarcar del todo este tema que estoy trabajando en un ensayo sobre la pos-modernidad y la poesía.
(2) Steiner, George “Lenguaje y Silencio”, Editorial Gedisa. Pág 83.

domingo, agosto 21, 2005

La vida de un hombre

Guiseppe Ungaretti
Italia 1888 - 1970

LOS RÍOS

Me apoyo en este árbol mutilado
abandono en esta hondonada
que tiene la languidez
de un circo
antes o después del espectáculo
y miro
el pasaje quieto
de las nubes sobre la luna

Esta mañana me he tendido
en una urna de agua
y como una reliquia
he reposado

El Isonzo fluyendo
me pulía
como a una de sus piedras

He alzado
mis cuatro huesos
y me fui
como un acróbata
sobre el agua

Me he arrodillado
junto a mis ropas
sucias de guerra
y como un beduino
me he inclinado a recibir
el sol

Este es el Isonzo
donde mejor
me he reconocido
una dócil fibra
del universo

Mi suplicio
es cuando
no me creo
en armonía

Pero aquellas ocultas
manos
que me amansan
me regalan
la rara
felicidad

He repasado
la épocas
de mi vida

Estos son
mis ríos

Este es el Serchio
al cual están unidos
dos mil años casi
de mi gente campesina
y mi padre y mi madre

Este es el Nilo
que me ha visto
nacer y crecer
y arder de inconsciencia
en las extensas llanuras

Este es el Sena
y en su turbulencia
me he mezclado
y me he conocido

Estos son mis ríos
reunidos en el Isonzo

Esta es mi nostalgia
que en cada uno
me vislumbra
ahora que es de noche
que mi vida me parece
una corola de tinieblas







OTRA NOCHE

En esta oscuridad
con las manos heladas
distingo mi cara.
Me veo abandonado en el infinito

sábado, agosto 20, 2005

"El Runrunismo no se vende a zoófagos"

La cantidad de rarezas que presenta la "Antología crítica de la poesía chilena" de Naín Nómez llega a lo morvosamente bizarro. Un caso paradigmático es el de Raúl Lara, poeta de poca monta, del cual no se tiene fecha de muerte, fundador del Movimiento Runrúnico en 1928.
Su idea era burlarse de los vanguardistas de la época y sus radicalismos estéticos, que obviamente, no superaban –salvo contadas excepciones- el triste contenido de la obra. Así, la definición del runrunismo es lo más cercano a una pataleta o a un coro de borrachos:
“El runrunismo no es un movimiento estático es un éxtasis en movimiento es la eclosión caústica y ebullidora que descarga su fobia contra la retaguardia épica y la vanguardia pacifista es un movimiento inútil de necesidad precisa con repugnancia extrema por la razón y la lógica paradigmática y escolástica es el cuociente de una ecuación dinámico motriz que resulta de un análisis cósmico acendrado runrunismo concéntrico escangular atropellador y desgarrante el runrunismo es lo cósmico adaptable a la relatividad convexa del momento”.

La vida de Lara no fue menos normal que sus enunciados. Según Benjamín Morgado –con quien creó el movimiento- el líder se dedicaba a recopílar y catalogar toda información publicada sobre el grupo; coleccionaba herramientas campesinas y en las noches se paraba en una esquina de su barrio para escribir frases como “Raúl Lara quiere vivir en el campo”. Dejaba por tiempos indefinidos la ciudad, refugiandose en cerros y trayendo de vueltas nuevos escritos, como la vez que partió a Antofagasta por dos o tres semanas y volvió con su tercer libro "La humanización del paisaje". Luego llegó el amor, y al parecer la novia gozaba más de simpatía que de belleza, por lo que no avisó a nadie por su matrimonio y partió a una nueva vida frente al mar, en un puertito virgen de nombre y referencia cartográfica.

ALAMEDA ESQUINA SAN ANTONIO

cada automóvil lleva un pájaro
que el chofer acaricia, en las esquinas

pam!
sobresalta la calle
un neumático suicida

góndolas sudorosas
toman fuente de soda
alborde de una cuneta…

los pájaros
ven tranvías equilibristas
frente a san juan dios
3 bomberos runrunistas
apagan los bastidores de la luna

atardeciendo
el sol escribe
una post-data cursi
en las hojas de los árboles

miércoles, agosto 17, 2005

Dos poemas de Juan Marín

JUAN MARÍN
(Constitucuión 1900 - Viña del Mar 1963)




Sin duda los amantes del mar recordaran el nombre de Juan Marín. Como todo gran médico fue un asiduo cultor de la literatura otorgándonos novelas y poemas inolvidables. Factor fundamental para la formación de la vanguardia en nuestro país, Marín fue descrito por el crítico y novelista Hernán del Solar como “la risa en la boca de los negros”; es así, un brillo inconmensurable en la oscuridad de nuestras letras tan dadas a la vanidad.
Como olvidar títulos como Looping (1929), Margarita, el aviador y el médico (1932) y su notable Paralelo 53 Sur, novela que recibiría el Premio Municipal de Santiago en 1937. Cómo olvidar versos como “Cristo en zapatillas juega golf” de Yankilandia, o el glorioso comienzo de su poema Boxing: “cámara fotografías baldes esponjas/ hombres de camiseta blanca/caras de apaches ultracivilizados”.

Boxing

a MANUEL SÁNCHEZ
campeón muerto
y a toda aquella muchachada
de la federeación de BOX


cámaras fotográficas baldes esponjas
hombres de jockey y camiseta blanca
caras de apaches ultracivilizados
oficiando en cenáculos de magia
en los ángulos rectos del ring-side
pantalón blanco y negro
cara blanca y negra
una sonrisa
el gong
un tragedia
el gong
Battling Siki campeón
Georges Carpentier campeón
en el medio del ring un hombre grita
a través de un enorme telescopio
hacia la luna

brazos que terminan en tumores negros
línea de carnes al aire
danza de bíceps y de pantorrillas
¡en guardia…up!...upper-cut!!!

miércoles, agosto 10, 2005

Nuestro Guía en el Desfiladero

Esta ciudad es lo más parecido a una feria de barrio. Los gritos, el lugar sin lugar, la nostalgia por el mar y los gatos. El aire no es de lo mejor y las mujeres andan con menos ropa, lo que quiere decir que se nos avecina la primavera, y tú te abrigas más, y piensas que la música te quita el sueño, y sales con más chalecos y mangas largas y libros que usas de almohadas, libros que ocultan tu vergüenza. Y comienza un nuevo semestre, lo más cercano a un shock eléctrico en el cráneo; los compañeros te abrazan y notas en sus caras cuánto han leído y, por supuesto, bebido. Y no podía comenzar mejor; tras una clase y devolver a Heidegger a la biblioteca te encuentras con uno que ya se retiró y que te invita a su departamentos a por unos lomitos, torta de mil hojas y un buen pisco souer, mientras Rodrigo (tu amigo) comenta lo grande que fue Borges, lo gigante que fue Bioy Casares, y lo magnánimo que es Bustos Domecq. Y te sirves otro vaso y recuerdas que estás tomando antibióticos, mientras el monólogo sigue con Verlaine y los golpes que le propinaba a su mamá.
De vuelta a clases comienza el ramo sobre Ezra Pound y Armando Roa nos instruye con su pasión por ese viejo poeta muerto el año 72, y que ha pasado a ser –digan lo que digan los sionistas- uno de los grandes héroes de nuestro tiempo. No lo sabía, pero Allen Ginsberg (ese poeta gay, drogadicto y judío: todo lo contrario al tío Ez) en unas de sus visitas a Pound en Venecia, le lleva el disco Sargent Pepper de los Beatles, y tras escucharlo y ofrecerle marihuana, él responde: Benne.
Vamos por una cerveza y celebramos la barba de un compañero, una barba que sería la envidia de Withman, y aún más, de cualquier rabino. Quedamos en terminar el último Pitcher y visitar al poeta Diego Maquieira a su hogar; yo respondo: Benne.
Así, ebrios y acojonantes, caminamos por las ciclovias siendo insultados por la mitad de la población ciclista de Chile, llegando a una cancha donde, por gracia de los dioses, alguien encendió un caño. La vergüenza –esa ocultada por la Tierra Baldía o por Novalis- de fumar en la plaza más deportiva de esta capital, nos llevó a ajusticiar nuestras mejillas coloradas, y declarar la guerra a un grupo de futbolistas de plaza capitalina. Éramos 6 contra 6; ellos equipados, nosotros con una cervezas y una vida de estudios; la cancha estaba embarrada, pero todo jugó a nuestro favor. Nos dejamos de verborrea y metáforas, y jugamos como si el Cid fuera nuestro director técnico. Sucios pero claros, como los poetas minimalistas ingleses de los 60 o como Gracián (Ya no sé lo que digo). Como la vida misma, el encuentro no estuvo falto de polémica. Ganábamos por un marcador de 6 a 1 cuando la edad nos cobró la cuenta. Luego vino el 6 a 6…luego, perdimos la cuenta…como Tolstoi.
Sedientos y jurando haber sido merecedores de un supuesto empate, nos dirigimos a la casa del poeta. Ni el mismo Ratzinger podría asegurar el recibimiento, y menos aún embarrados y sedientos; y sedientos. Maquieira, con su típica risa y la misma ropa de siempre contestó al timbre y recordó el taller que compartimos y el nombre de Cristián Warnken. Después de esto las opiniones divergen; unos dicen que escucharon al poeta disculparse con la frase “estoy en una reunión” y otros (entre los que me incluyo) “estoy con una minita”. Un problema más para los semiólogos y para la literatura comparada. La cosa es que no nos pudo recibir, pero nos dio sus horarios, argumentando finalmente: “Ustedes saben cuál es mi frase: Trabajar lo menos posible”.

miércoles, agosto 03, 2005

El Retorno

Hace apenas unos días mi amigo Pato Bravo me pidió que le analizara un poema mío para musicalizarlo. Le dije que eso es trabajo de los exegetas, de los tipos de investigaciones: ellos tienen olfato y saben seguir las pistas. De todas formas me gustaría añadir un pequeño comentario a este poema que escribí hace apenas unos días.



El Retorno


El empleado del almacén juega con un perro
y en la caja el dueño cuenta
las monedas que le agotaron la vida
una tras otra,
sin despegarse por años de su Sábado Gigante.

La vecina se asoma por la tarde
a una esquina de ciruelos, niños y evangélicos;
una sombra proyecta la sospecha:
su vuelta después de tantos mares.

El Amaya se aferra a la reja
toca el timbre, pregunta por mi abuelo
y me cuenta de su viaje al Japón,
de los anillos que se asoman de su vejez
mientras detrás de nosotros
el magnolio desprende sus pétalos en el tiempo.

Alguien con pasos inseguros
carga una bolsa con verduras
Ve pasar el otoño
como si las hojas dudasen
como si el murmullo del viento fuera falso.

Las estaciones que no terminan
Este retorno que no termina.


En principio el poema quiso ser una trilogía, pero me la ganó. Esto suele pasar, pero más haya de sentirme inútil, me produjo vergüenza, la vergüenza necesaria para renunciar a él y dejar que sea en sus propios límites.
La idea nació de un día en que salí a caminar por el pueblo –acto de valentía que suelo hacer- y en donde me encontré con una serie de imágenes que atentaron contra mi tranquilidad. Primero que todo fue la palabra “Almacén”; me di cuenta que jamás en mi vida había hecho uso de tal conjugación de letras y sonidos, por lo que decidí buscar su esencia visitando los que aún perduran en las esquinas. Pero antes debo hacer una confesión, sé que es patética, pero no por ella desmerecedora de valor; esa noche salí a caminar para reflexionar sobre la idea del Eterno Retorno de Nietszche; si, es patético, y casi únicamente propio de un personaje de Dostoieski.
Todo esto se unió con la situación que siempre presenta el pueblo: el triste retornar a lo mismo de sus habitantes. Aunque no tan triste, más bien el romántico retorno de lo mismo. Así, los personajes desarrollan actos sumidos en un presente que no visualiza su fin:
El empleado que juega con el perro
El dueño que cuenta las monedas
La vecina que se asoma por la tarde
El Amaya que me habla
La persona que se detiene ante el paso del otoño…pero este es casi un caso aparte.

Sucede que son actos no finalizados, que aún se mueven en el presente, que siempre vuelven a desenlazarse. Por lo tanto -no sé si conscientemente- el poema tiene un tono de angustia, por actos incompletos en una realidad que no tiene más sentido que la repetición, así como las estaciones. Digo que no sé si esto fue conscientizado, porque esa noche llegué a una conclusión que no está lejana al tono y al ritmo del poema; y es que la angustia es una manifestación del eterno retorno, ya sea al momento de la creación artística (enfrentarse al vacío de nombrar) o a la experiencia histórica de la muerte de los valores y la pérdida de sentido del obrar humano (las épocas de decadencia).
Por tanto, más allá de estas reflexiones el poema contiene en sí el ritmo vital de una ciudad. Y a la vez se convierte en esa visibilidad del tiempo que es la ruina. La persona que se detiene ante el tiempo, es una persona que vuelve a ver realidad como si fuera nueva, que se sorprende, para lograr esa idea de que las vivencias se desarrollan en un eterno devenir de lo mismo; es quien sale del círculo –y he aquí el último punto- y regresa como un héroe al tiempo (como el poema The Return de Ezra Pound), en la vivencia de esa angustia que se plasma en un recrearse de la persona misma a través de una pequeña reflexión. Es algo así como oír una parábola y vivirla, celebrar el hecho de su descubrimiento, que se clava en lo profundo de lo humano, es decir, volvemos a ver el mundo como si fuera la primera vez.

domingo, julio 31, 2005

Poemas de Hugo Williams

Hugo Williams
(1942- )


Hugo Williams parece ser una buena persona. No digo esto por la primera impresión que pueda proyectar su rostro tan típicamente inglés, sino porque sus poemas proyectan la imagen de un tipo simple, que ha vivido, y que sabe sorprenderse. No creo que estás sean las recetas para ser un santo en estos tiempos, sino por dar algunos atisbos que nos parecen comunes a todos, atisbos que parecen ser comunes a los grandes escritores (a los que no se creen el cuento).
Periodista de profesión, Williams trabajó durante diez años en el London Magazine, dedicándose a cubrir las secciones de viaje y turismo. Ha trabajado también como crítico de cine, de teatro y tiene hoy su propia columna en el Times Literaly Sumplement. Con Billy’s Rain ganó el Premio T.S. Eliot el año 1999, premio que ha ganado también el excelente poeta Paul Muldoon con su libro “The Annals of Chile”. Y el año pasado logró la Medalla de Oro que entrega la Corona Inglesa, máximo honor que puede recibir un poeta, convirtiéndose en laureado y trovador oficial de los reyes.
Su poesía está esencialmente constituida por imágenes y relatos, y que me parecen fuertemente influenciadas por la poesía imaginista de Pound y que se remite a la revolución prerafaelista de Rossetti en el siglo XIX, y que tiene a su máximo exponente en el siglo XX con Phillip Larkin (también ganador de la Medalla de Oro). Williams mezcla la crónica periodística y el detalle de situaciones de forma magistral, logrando plasmar –como cuadros de Hopper- situaciones rutinarias convertidas en verdaderos descubrimientos de realidades que nos parecen completamente ajenas. Es un poeta del asombro en la simpleza, de lo cotidiano, de frases tiradas al aire y que se concretan en una poesía que se juega el impacto en cada palabra.
Creo justo señalar, antes de entrar a la lectura de los textos, que el descubrimiento de este poeta se produjo gracias a la publicación (quizás las primeras en español) de traducciones en la revista Pensar y Poetizar realizadas por Enrique Morales. Agradezco también a mi Profesor Armando Roa por haberme facilitado la obra completa del autor contenida en Collected Poems.


De Love and Life (1979)

Ciclos


La tarde avanza, repitiéndose nuevamente
Dejando nuestras copas y libros como islas sobre el suelo.
Estamos solos, tú y yo,
Lejos el uno del otro como los jóvenes héroes
De esas dos novelas que dejamos boca abajo.
Para esto es la felicidad: para naufragar a solas
Rodeados por la misma luna, que en sus ciclos nos recuerda a nosotros mismos
Nuestras distancias, y lo que dejamos atrás.
La lámpara a un lado, las cortinas iluminadas.
Esas cosas que nos prometimos. No hay duda que volveremos a esto.



De Sugar Dady (1970)

En un café


A veces la madre del dueño
Aparece desde el fondo como un fantasma.

Silenciosamente toma dinero para cosas
Que guarda firmemente en sus brazos teniendo luego que ser ayudada.

Ella llena su copa en la cantina
Prende un cigarro, inhala, y tú puedes ver

La manera en que sus labios aspiran
Reviviendo su marchito rostro.

Alcanzo a ver su piel teñirse
Como un periódico absorbiendo vinagre derramado.


De Some Sweet Day (1975)

Marea baja


Ahí arriba
El techo de nuestro cuarto
Iluminado por el reflejo del mar.
Nuestros sueños
Hundiéndose a lo lejos.
Por poco siendo reales.



De Dock Leaves (1994)

Luces apagadas


Permitámonos hablar por diez minutos
Acerca de lo que ha ocurrido en el día,
Luego iremos a dormir.
No importa con qué soñemos.



El Mar

Cuando estoy contigo, voy a un minuto detrás de ti,
Recogiendo pedazos de vidrios de colores
Y tú me llamas, “¡Mira!”

Has visto algo nuevo delante de ti.
No despegas tu mirada. Entonces partes,
Escalando las rocas, encaminándote hacia el mar.



De Billy’s Rain (1999)

Ida y vuelta


Tus pensamientos pasan delante de tuyo bajo la línea
Desde donde el día construye
Una extraña y nueva ciudad para que arribes:
El castillo en ruinas
Los buses de diferentes colores
La muchacha oficinista
Que rompe su boleto de ida y vuelta
Dejándolo caer en pedazos a sus pies.

Tu sonríes sin razón alguna
Al reclame de dos obreros
Cargando una escalera a través de una montaña
En nombre de “Hermanos Karpin Mudanzas y Decoraciones”.
Incluso los caballos que miran por sobre la hierva
Parecen estar más acorde con el tiempo, mientras que tú
Estás nuevamente volando hacia el pasado
Sin saber exactamente por qué.

sábado, julio 30, 2005

Programa de Ítaca

Me he propuesto seguir un programa porque o sino la cosa no anda. Soy bastante flojo, por lo que debo ejercitar un poco el craneo más allá de las lecturas que haga.

Lo que pretendo es compartir algunas de las vivencias importantes de los últimos seis meses, entre las que se cuentan encuentros con personalidades del mundo artístico o meras ideas que me han estado dando vueltas. Sé que esto es inutil, como cuando Teillier escribía sus iniciales en la corteza de un tilo; sé que no sirve para nada, pero por lo menos a mi me llena y espero que a ustedes les interese y con el mismo cariño revivan conmigo estos hechos.

Encuentros:
// Una cerveza con Oscar Hahn
// Maestro de vida: Pedro Lastra
// Un Sócrates para el desierto: palabras de Hugo Mujica.
// Un lugar inocente llamado Diego Maquieira.
// ¡Aún tenemos Patria ciudadanos! (lanzamiento de "Bitacoras del emboscado" de Fco. Vejar en la que estuvieron presentes Miguel Serrano, Enrique Lafourcade, Armando Roa Vial, entre otros).
// Un Ulises y sus gatos: Rigas Kappatos.

Lanzamiento de Libros:
"Las palabras callan" de Jorge Polanco
"Verano" de Bruno Cuneo

Ideas:
El concepto de "Eleusis".
El arrepentimiento en T.S. Eliot.
"Hombre, mar y Soledad" Ensayo sobre The Rime Of The Ancient Mariner de Coleridge y The Seafearer anónimo.
Pound y el Haiku
"Para qué poetas en tiempos de penurias" un vistazo desde Holderlin, Heidegger, Jünger y Hugo Mujica

Traducciones (mías):
Poemas de Hugo Williams (Ganador del Premio T.S. Eliot 1999 y de la Medalla de Oro de Poesía de la Corona Inglesa en 2004)
"A Supermarket in California" de Allen Ginsberg
"Bus Stop" de Donald Justice

Contribuciones:
Poemas de Pato Bravo, Francisco Valdevenito, Claudio Roa, Rodrigo Bobadillia, Jorge Rosemary, Flavia Garaventa, y de quien se interese.

Películas:
Está por verse, pero sería interesante mencionar las que más me han impresionado este año como Nostalgia y El sacrificio de Tarkovski.